Las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 14:1-3 resuenan con un mensaje atemporal: «Seguid el amor y anhelad los dones espirituales, sobre todo que profeticéis». En esto consiste la profecía.
Imagina cómo sería si el pueblo de Dios en todo el mundo pudiera escuchar su voz de amor y comunicarla con precisión. Esto transformaría nuestras ciudades para que comenzaran a reflejar su misericordia, justicia y sanación.
Desafortunadamente, muchos cristianos han carecido de una guía profética que les ayude a ir más allá de los fundamentos de lo profético y a vivir un estilo de vida profético. No solemos reflejar la noble búsqueda de Pablo en 1 Corintios.
Quizás hemos escuchado la voz de Dios y sabemos que nos habla, pero no sabemos cómo comunicarla con precisión a quienes nos rodean. O nos falta confianza en nuestro don profético, preocupándonos de tergiversar el corazón de Dios, ser rechazados o equivocarnos. Estas son las mismas preocupaciones que han impedido que la Iglesia alcance su máximo potencial como portadora de su voz.
Como dice Pablo, todos fuimos diseñados para escuchar la voz de Dios. Pero para profetizar con su corazón de amor, necesitamos entender cómo ser profetas del Nuevo Pacto.
En el Antiguo Testamento, los profetas desempeñaron un papel crucial al guiar a Israel de regreso a la ley. Sin embargo, Jesucristo, el profeta supremo, lo cambió todo. Su sacrificio en la cruz cumplió la ley, y nosotros, como creyentes, fuimos co-crucificados y co-resucitados con él (Romanos 6). Esta profunda transformación transformó nuestro rol como profetas. Pasamos de proclamar juicio y destrucción a encarnar el amor, la gracia y la reconciliación.
Como Profetas del Nuevo Pacto, ya no somos individuos aislados; formamos parte de una comunidad vibrante: la Iglesia. Esta transformación significa que todos podemos escuchar la voz de Dios. Sin embargo, el discernimiento se vuelve fundamental. Debemos sopesar las palabras proféticas que escuchamos y pronunciamos. Así como somos imitadores de Dios, nuestras palabras proféticas deben reflejar su amor y misericordia, nutriendo a otros con la comprensión del carácter de Dios.
Entonces, ¿cuáles son las características de un profeta del Nuevo Pacto y cómo podemos pasar de ser personas que simplemente profetizan a personas cuyas palabras proféticas transforman el mundo que nos rodea? Aquí hay cinco claves:
4 características clave de los profetas del nuevo pacto
- Orientados al servicio: En primer lugar, los profetas del Nuevo Pacto sirven a los demás. Nuestra labor como profetas es capacitar a quienes nos rodean para que escuchen a Dios por sí mismos, fomentando su crecimiento espiritual. Es fácil intentar impresionar a la gente con nuestro don profético... pero no se trata de nosotros, sino de Su gloria.
- Gracia Reveladora: No se necesita un profeta experto para profetizar pesimismo... el mundo ya es consciente de la desolación que lo rodea. Como profetas del nuevo pacto, debemos exponer las ideologías religiosas perniciosas y revelar la gracia de Dios, tal como lo hizo Jesús. Cada palabra que pronunciamos debe estar impregnada de la gracia de Dios.
- Sumisión mutua: Como todos los dones espirituales, la profecía nunca debe darse ni recibirse de forma aislada. Como administradores de la palabra de Dios, debemos someter nuestras palabras proféticas a otros creyentes. Prosperamos en un contexto de comunidad y responsabilidad, trabajando juntos para edificar el reino de Dios.
- Escatología llena de esperanza: Nuestra visión del fin de los tiempos debe basarse en la esperanza y la restauración, en consonancia con la promesa de Dios de renovar todas las cosas. Nuestras palabras nunca deben paralizar a los creyentes, sino impulsarnos a la buena obra de redimir la tierra y todo lo que nos rodea.
La distinción entre los profetas del Antiguo y del Nuevo Pacto es profunda, y se centra en Jesucristo. Al asumir nuestro rol como profetas del Nuevo Pacto, debemos ser un ejemplo de amor, gracia y reconciliación, convirtiéndonos en siervos que traen esperanza y edifican a otros.
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